por Kenneth Copeland
En los círculos cristianos se habla mucho en estos días de lo espiritualmente oscuro del mundo. Se habla de la oscuridad económica que se avecina en el horizonte. Se habla de los problemas de la nación. Pero, en medio de todo, la verdad es que, en cada temporada, en cada situación, ¡La PALABRA de Dios en los labios del creyente siempre prevalece!
Se trata de una revelación que el diablo quiere desesperadamente robarle a la Iglesia en este tiempo. ¿Por qué le tiene tanto miedo? Porque cuando nos apoderamos de esa revelación, y actuamos consistentemente a la luz de la misma, nos volvemos totalmente imparables.
La PALABRA de Dios declarada consistentemente por fe, vencerá cualquier circunstancia natural que le sea contraria. Derrotará toda fuerza demoniaca que trate de oponérsele. Prevalecerá en nuestras propias vidas y en nuestras familias. Traerá luz al mundo, y nada de lo que el diablo intente hacer podrá apagarla.
“Pero, hermano Copeland”, podrías decir, “¿no lee Ud. las noticias? Parece que el diablo se está apoderando de todo.”
¡Así no luce en mi vida! Es más, las noticias del día no importan. La PALABRA de Dios es lo que importa, y Su PALABRA en la boca del creyente manifestará lo mismo hoy que siempre ha hecho. Todavía funciona tan bien como lo hizo hace 2.000 años cuando el Apóstol Pablo la predicó en Éfeso.
¿Has leído alguna vez acerca de esa ciudad? Ese sí que era un lugar espiritualmente oscuro. Cuando Pablo llegó, excepto por los 12 creyentes con los que se encontró, realmente parecía que el diablo se había apoderado completamente del lugar. Los espíritus religiosos habían endurecido a los judíos contra el evangelio, y los gentiles estaban atrapados en la brujería y el ocultismo. A pesar de todo, Pablo siguió predicando y declarando la PALABRA de Dios. ¿Qué sucedió? Hechos 19:20 (RVA-2015) dice que: «De esta manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente».
La PALABRA en los labios del Apóstol Pablo prevaleció hasta que todos los que vivían en Asia la oyeron (versículo 10). Prevaleció hasta que el temor del SEÑOR cayó «sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado» (versículo 17). Prevaleció hasta que “los creyentes vinieron confesando plenamente y exponiendo completamente sus [anteriores prácticas engañosas y malvadas]. Y muchos de los que habían practicado artes mágicas curiosas recogieron sus libros y [arrojándolos, libro tras libro, sobre la pila] los quemaron a la vista de todos” (versículos 18-19, Biblia Amplificada, Edición Clásica).
Si la PALABRA de Dios prevaleció tan poderosamente en Éfeso, prevalecerá también en tu vida. Esa es la razón por la que el diablo le tiene tanto miedo. También es por eso que lo primero que vemos hacer al diablo en la Biblia es tratar de robar la PALABRA de Dios de la humanidad. Si has leído el libro del Génesis, recordarás cómo fue que lo hizo. Se propuso sembrar la duda en la mente de Eva al preguntarle: «¿Así que Dios les ha dicho a ustedes que no coman de ningún árbol del huerto?» (Génesis 3:1).
Ahí es donde Eva se metió en problemas. Ella no tenía claro qué había dicho Dios con exactitud. Se inventó su propia versión y cayó en la mentira del diablo, y éste la engañó para que desobedeciera a Dios.
Adán estuvo presente todo el tiempo, y no fue engañado. Él sabía lo que Dios había dicho. Pudo haber usado la PALABRA de Dios contra el diablo y sacarlo corriendo. Pudo haber ejercido el dominio que Dios, por Su PALABRA, le había dado, «dominio sobre… todos los animales que se desplazan sobre la tierra» (Génesis 1:28, RVA-2015) y decirle a la serpiente: “¡Sal de este jardín ahora mismo!” La serpiente tendría que haberle obedecido.
Ordénale a la montaña que se mueva
Cuando el diablo aparezca en algún área de tu vida, lidia con él de la manera en que Adán debió haberlo hecho. Declara la PALABRA de Dios por fe y saca corriendo al diablo. Ordénale que quite sus garras de ti y de lo que te pertenece, y no tendrá otra opción más que obedecerte.
¿Cómo lo sé? Porque Jesús dijo: «De cierto les digo, que si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a este monte: “Quítate de allí y vete a otro lugar”, y el monte les obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes!» (Mateo 17:20). Si una montaña se mueve del camino en respuesta a la PALABRA de Dios dicha en fe por un creyente, satanás también debe hacerlo.
Él tiene que someterse a la PALABRA de Dios en tus labios tan ciertamente como lo hace la montaña porque, al igual que la montaña, él es un ser creado. Fue creado “perfecto” (Ezequiel 28:15) y, aunque más tarde se encontró iniquidad en él, satanás llegó a existir de la misma manera que toda la creación: por la PALABRA de Dios llena de fe (Hebreos 11:1, 3).
Recuérdaselo la próxima vez que venga a decirte que la PALABRA de Dios no funcionará en tu caso. Recuérdale que está menospreciando la fuerza que le dio su propia existencia. Recuérdale que Dios engendró toda la creación con Su PALABRA, y que la creación todavía responde a la fuerza que la puso en movimiento, le guste o no.
“Pero Hermano Copeland, mucho ha cambiado desde que Dios creó la tierra.”
La PALABRA de Dios no ha cambiado. El Salmo 119:89 dice: «Señor, tu palabra es eterna, y permanece firme como los cielos». Jesús dijo: «Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se caiga una tilde de la ley» (Lucas 16:17). Una tilde es el equivalente hebreo de un signo de puntuación en español. Eso significa que es más fácil que el cielo y la tierra pasen, que una coma de la PALABRA de Dios falle. ¿Por qué? Porque el cielo y la tierra son productos (hijos) de la PALABRA de Dios, su fuerza originaria (paterna).
Su PALABRA es tan real y poderosa como lo es Él. Dios y Su PALABRA son Uno solo—inseparables. Dios no cambia y tampoco Su PALABRA. Su PALABRA es Su vínculo legal. Su integridad es irreprochable. Nada en el cielo o en la tierra es más soberano que la PALABRA de Dios.
Por esa razón fue que Dios no intervino antes de que Adán pecara en el Edén. Su PALABRA estaba en juego. Él le había dado a Adán el dominio sobre la tierra, lo que significaba que Adán podía hacer con ella lo que quisiera. Adán eligió dársela al diablo, quien la tomó y comenzó a gobernarla.
El diablo, sin embargo, todavía tenía que someterse a la PALABRA de Dios dicha en fe por un hombre, así que Dios habló de nuevo a un hombre llamado Abram. Le ofreció a este hombre un trato que le abriría el camino para operar de nuevo en la tierra. ¿Cómo estableció Dios este trato? Le dio al hombre Su PALABRA. Hizo un pacto (o contrato) con él y le dijo:
Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra… multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar. Tu descendencia poseerá las ciudades de sus enemigos. (Génesis 12:3, 22:17).
Abraham creyó lo que Dios dijo, y la PALABRA de Dios prevaleció en su vida. Sus enemigos nunca pudieron ponerlo en esclavitud. Sin embargo, sus descendientes tuvieron una experiencia diferente. Ellos eventualmente fueron esclavizados. Se convirtieron en esclavos en la nación de Egipto y terminaron atrapados en ese lugar durante 400 años. Dios finalmente levantó a Moisés para sacar a los israelitas de Egipto. Pero la impactante realidad es la siguiente: Podrían haber sido libres todo el tiempo.
En su calidad de descendientes de Abraham, los israelitas eran tan libres el primer día que el faraón los esclavizó como el día que Moisés los sacó de Egipto. La PALABRA de Dios habría funcionado en su vida tanto el primer día como el último. Pero ellos no sabían lo que Dios había dicho y, sin Su PALABRA, no tenían ninguna manera de aprovechar Su poder. Consecuentemente, no estaba activo en sus vidas.
Clamaban a Dios y se quejaban de sus circunstancias, luego hacían más ladrillos para los egipcios. Volvían a ser golpeados por sus captores, se quejaban un rato más y decían: “Oh, ¿cuándo va a hacer Dios algo por nosotros?”
Dios ya había hecho algo por ellos, ¡más de 400 años atrás! En Su pacto con Abraham, Él había dado Su PALABRA de que ellos poseerían las puertas de sus enemigos. El problema era que los israelitas lo habían olvidado.
Sin embargo, Dios no.
Por lo tanto: «Aconteció después de muchos años que… los hijos de Israel gemían a causa de la esclavitud y clamaron a Dios, y el clamor de ellos a causa de su esclavitud subió a Dios.Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de su pacto con Abraham…» (Éxodo 2:23-24). Entonces habló de nuevo a un hombre llamado Moisés.
Todo el ministerio de Moisés fue a causa de la PALABRA de Dios en la tierra. Dios esencialmente le dijo: “Esto es lo que le dije a Abraham. Escríbelo. Esto es lo que dije que haría por él y sus descendientes y lo que ellos deben hacer en respuesta. Escríbelo.”
Dios continuó ese patrón a lo largo de toda la Biblia. Llamaba a un profeta y le decía: “Esto es parte de lo que estoy diciendo en la tierra. Escríbelo.”
La PALABRA de Dios sigue viva en la actualidad
Cada palabra que ves en la Biblia sigue tan llena de la fe de Dios como siempre lo ha estado. Sus palabras están tan vivas hoy como lo estaban el día en que el Espíritu de Dios las liberó en el corazón de un hombre y fueron escritas en papel. Todavía reverberan por el universo, y están asentadas por siempre en el cielo.
Todo el poder corporativo del cielo, cada ángel, escucha «su palabra obedeciendo la voz de ella» (Salmo 103:20). Y ahora tenemos una copia escrita de esa PALABRA. A diferencia de los israelitas en Egipto, nosotros tenemos El LIBRO que contiene todo lo que Dios ha dicho a nosotros y sobre nosotros. Podemos leerlo con nuestros ojos, escucharlo con nuestros oídos y alimentar nuestros corazones.
Cuando las palabras llenas de fe de Dios se vierten en nosotros, éstas activan nuestra fe. Nos permiten liberar el poder de la PALABRA de Dios a través de nuestras propias palabras y poner en marcha la ley de la fe. Gálatas 5:23 dice: «…contra tales cosas no hay ley». No hay ley que pueda contra la ley de la fe. Ni el mismo diablo puede impedir que funcione.
Tú lo demostraste cuando naciste de nuevo. Si el diablo pudiera detener la fe en La PALABRA e impedir que opere en tu vida, él lo hubiera hecho en ese momento. Pero no pudo. Tu creíste en la PALABRA de Dios acerca de Jesús en tu corazón, lo confesaste con tu boca, y fuiste salvo… y no hubo nada que el diablo pudiera hacer al respecto porque ¡la PALABRA de Dios en los labios de un creyente siempre prevalece!
Vemos el mismo principio en el ministerio terrenal de Jesús. Él se mantuvo sin miedo frente a satanás y todo el poder demoniaco al declarar las palabras de Dios. Él dijo, «Escrito está» y venció cada tentación. Expulsaba a los espíritus malignos «con su sola palabra» (Mateo 4:4, 8:16).
Los primeros apóstoles actuaron de la misma manera. Tomaron las palabras que Jesús les dijo antes de ascender al cielo, las creyeron y actuaron en consecuencia. Por ejemplo, una de las últimas cosas que les dijo fue: «estas señales acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios… pondrán sus manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.» (Marcos 16:17-18). Por eso, pocas semanas después de que Jesús ascendiera, Pedro le dijo al cojo de la puerta del Templo: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!» (Hechos 3:6).
En aquella situación, Pedro sólo contaba con los primeros artículos del Nuevo Pacto. Sin embargo, con sólo esa promesa de Jesús en sus labios, “En Mi Nombre, tú…” La PALABRA de Dios prevaleció, ¡y el cojo sanó!
En aquel entonces, Pedro y los otros apóstoles no tenían una copia escrita completa del Nuevo Pacto. Ellos no podían abrir su Biblia y leer lo que Dios dijo en años posteriores a través del Apóstol Pablo. Sin embargo, tomaron La PALABRA de Dios que sí tenían, la declararon por fe, y transformaron «el mundo entero» (Hechos 17:6).
Si ellos pudieron hacerlo, ¡pensemos en lo que podemos hacer nosotros! Tenemos al mismo Dios como Padre, estamos llenos del mismo Espíritu Santo, y tenemos escrito para nosotros lo que Dios dijo a través de los profetas, a través de Jesús y a través de los apóstoles a la Iglesia.
¡Se ha derramado sangre para hacernos llegar una copia de esas palabras! Y cuando las decimos por fe, el Espíritu Santo toma esas palabras llenas de fe y hace con ellas lo que siempre ha hecho con la PALABRA de Dios: las pone en acción.
Las palabras de Dios están establecidas para siempre en el cielo.
Están «vivas y llenas de poder […activas, operando, energizadas y eficaces]» (Hebreos 4:12, AMPC).
Jesús dijo: «Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá» (Juan 15:7).
El diablo no tiene ninguna oportunidad contra ti. Tú tienes el poder en tu boca. La PALABRA de fe en tus labios prevalecerá en la oración. Prevalecerá contra los poderes de las tinieblas. Prevalecerá sobre cualquier cosa en el mundo que venga contra ti. Porque esta es la victoria que vence al mundo: tu fe (1 Juan 5:4). V